viernes, 20 de mayo de 2011

EL CLAVEL

EL CLAVEL by LaVisitaComunicacion
EL CLAVEL, a photo by LaVisitaComunicacion on Flickr.

UN CLAVEL
Como Mario Postigo, aquel barman cerraba a las 5 la barra de aquel viejo café. Como todos los días desde hace 25 años, aquel barman, a quien los años ya le empezaban a pasar factura, llegaba a su casa cansado y saludaba sin mucho afán a su esposa quien le esperaba con el desayuno preparado; un par de tostadas y café.
Aquel barman de aquel viejo café, había perdido hace años la ilusión por su trabajo, por servir los cafés que tan buena fama le dieron al bar, por llenar la barra de birras en días de fútbol mientras el local rebosaba de forofos del equipo de su ciudad…Limitaba a pasar las horas detrás de la barra viendo las horas pasar.
Asiduo del local era un apuesto hombre que rozaba los 40 años. A su paso, un fuerte olor a tabaco y Brumel. Sentado en la misma esquina tomaba siempre su copa y entablaba conversación con el camarero, quien con el paso de los años se había convertido en su confidente y amigo. Hacía meses que le había confiado al resignado camarero que las cosas con su esposa no marchaban del todo bien. Desde el más sepulcral de los silencios, el camarero sentía una profunda empatía con él. Comentaba impasible, cómo había conocido a una mujer por un chat, y cómo habían decidido cual jóvenes quinceañeros reunirse en aquel mismo bar dentro de un par de semanas. Explicaba como aquella mujer conversación tras conversación le había logrado comprender mejor que nadie; ella y sólo ella.
Durante los días siguientes los nervios se apoderaban del cliente, mientras el fiel camarero preparaba manzanillas al nuevo adolescente. En el día señalado la pareja de enamorados llevaría un clavel en la solapa. Así había sido acordad. Nada podía salir mal, ambos estaban destinados: medias naranjas, dos almas gemelas que se terminaban encontrando.
En casa del nervioso cliente la llama se había terminado por apagar, notaba a su mujer cada día más distante, si bien él ya no se preocupaba.
Por fin llegó el señalado día, él llevaba horas en el mismo taburete que siempre mirando fijamente a la puerta mientras removía la copa que hacía tiempo que había dejado de contener líquido alguno.
De repente el tiempo pareció pararse, a pesar del ruido del gentío parecía como si en la sala reinase el mayor de los silencios. Ante los ojos de él se encontraba una hermosa mujer con un clavel en su ajustado vestido. Una cara familiar, una cara conocida, la cara de la mujer con la que había compartido lecho durante los últimos 25 años. Se miraron fijamente, los ojos se les inundaron de lágrimas. Pasaron 5 largos minutos, el pavor les impedía articular palabra. Una vez más la falta de comunicación. Ella salió por la misma puerta que minutos antes le había visto entrar con total ilusión. Él permaneció sobrecogido en aquel rincón de la sala.
Aquel día el camarero había recordado por qué había decidido dedicar su vida a aquel sacrificado trabajo: las historias que en él trascurrían. Había mucho que aprender. Aquel día la persiana del viejo café fue echada mucho más pronto de lo habitual.
Mientras, en casa le esperaba su mujer aquella a la que no iba dejar escapar.

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